La seguridad por oscuridad es un concepto de ingeniería que tiene años, aunque se ha empezado a popularizar recientemente gracias al avance de la tecnología. El objetivo es cubrir los datos de diseño e implementación de un sistema o componente informático desde dentro de la organización, para así no revelar información confidencial.
Esta estrategia, en la actualidad, incluye aspectos tales como proteger el secreto del código fuente, así como algoritmos y protocolos de seguridad e Internet.
Sin embargo esto no es suficiente, ya que adoptar políticas para que no se revelen vulnerabilidades dentro del sistema y brechas de seguridad es fundamental también.
No obstante, aunque sea novedoso, ya en 1851 Alfred Charles Hobbs se opuso a la estrategia de seguridad por oscuridad demostrando la manera de abrir las cerraduras de última generación.
Además, dado que la informática y la tecnología en su conjunto avanzan a pasos agigantados, la inteligencia artificial también se suma al equipo. Daniel Shapiro explicaba allá por 2019 en un artículo para la revista Forbes que la IA se está posicionando como un referente para programar y desarrollar todo tipo de software de ciberseguridad.
Pero, ¿qué pasa con los gobiernos? ¿También pueden aplicar estas técnicas de seguridad por oscuridad? Lo cierto es que sí. Raúl Alvárez, en un artículo de 2019 para la revista Xataka explicó cómo debido a la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el ejército de este último prescindió de utilizar el sistema operativo Windows en sus computadoras. ¿El motivo? Fácil: no querían arriesgarse a ser ciberatacados por parte del país americano, desarrollador del sistema operativo.
No solo con esto, China también decidió crear una nueva plataforma de carácter exclusivo para uso militar, según indicaba la revista militar Kanwa Asian. Esta estrategia de seguridad por oscuridad se llevó a cabo por el Grupo de Liderazgo en Seguridad de la Información de Internet.
